Ya hace un poco más de mes y medio que regresamos a SAMAY y que comenzamos a retomar las sesiones. Y sentíamos que era quizás un buen momento para reflexionar sobre cómo está siendo adaptarnos a la nueva realidad que estamos viviendo como terapeutas.
Aún recuerdo la primera sesión en la que dejé de usar mi voz para emitir palabras reconocibles y filtradas por la mascarilla, y la usé para ponerle una divertida banda sonora inventada a cada movimiento de mi cuerpo… ¡Sorpresa! La supuesta barrera se convirtió en un puente por el que R. y yo cruzamos juntos a un nivel nuevo de comunicación y vínculo.
Cuando la mascarilla te tapa la sonrisa, es necesario dejar que sean tus ojos los que brillen, sonrían, hagan guiños de complicidad y tus cejas las que añadan tonalidades y matices. Hemos subido el volumen y la expresividad de la totalidad nuestros cuerpos más que nunca, y hemos puesto más conciencia si cabe en estar presentes, y está siendo un viaje motivador a pesar de todo.
Hoy, poco más de mes y medio después, estamos mucho más tranquilas al saber que no ha habido barrera que pudiera con el vínculo que habíamos creado. Cuando el objetivo es encontrarnos y reconocernos dónde sea que estemos cada uno/a, disfrutar de acompañarnos en el compartir y en el placer sanador de jugar… los obstáculos se acaban convirtiendo en oportunidades para crear nuevos recursos y seguir creciendo juntxs.
Con herramientas de expresión corporal y juego, el dilema “distancia de seguridad” nos ha permitido crear momentos entrañables: a través de lo simbólico, la visualización y la narrativa del propio cuerpo, lo vivido ha tenido un tiempo y un espacio para ser sentido y reconocido. Y hemos acompañado a lxs niñxs en la resolución de problemas y en la integración de experiencias y sensaciones.
Y es que ya hace un poco más de mes y medio que regresamos a SAMAY y que comenzamos a retomar las sesiones. Y sentíamos que era quizás un buen momento para reflexionar sobre cómo está siendo adaptarnos a la nueva realidad que estamos viviendo como terapeutas.
Sin duda, todo el proceso está siendo cuanto menos extraño e intenso. Diseñar protocolos de seguridad, reestructurar los horarios para que los espacios se usen al mínimo de su capacidad, reestructurar materiales para guardar los que no eran seguros, y sí, por supuesto, limpiar, limpiar y limpiar antes y después de cada sesión. Confiábamos en que sería un poco más duro la primera/segunda semana pero que después empezaríamos a automatizarlo, y así ha sido.
Pero esto, sólo era una parte de lo que nos inquietaba. Nos toca reconocer que nuestra mayor preocupación estaba en cómo sería el reencuentro con los niños y niñas, cómo encajarían la extrañeza de vernos jugar con la mascarilla, cómo interferiría en la comunicación sobre todo con algunxs de ellxs y cómo influiría la reducción de contacto físico en un espacio donde los abrazos, caricias y mimos son unos de los ingredientes fundamentales.
No deja de asombrarnos la relativa sencillez con la que todxs hemos interiorizado este proceso, y queríamos agradecer a lxs peques y sus familias por el apoyo y la colaboración para que todo esto haya sido un poquito más fácil.