¿Te apetece entender cuál es la base de la renombrada «motricidad fina» y el desarrollo de las «destrezas manuales»? ¿Reflexionamos junt@s sobre las dificultades tan comunes que actualmente nos encontramos a este nivel? Continúa leyendo…
¿Sabías que las áreas cerebrales dedicadas a la discriminación táctil y control motor de las manos son especialmente extensas comparadas con otras áreas del cuerpo?
Las manos son una de las zonas sensibles de nuestro cuerpo y tener un mapa interno o esquema corporal bien desarrollado de las mismas es fundamental para el aprendizaje, la autonomía y la percepción sobre nuestra capacidad para intervenir de forma eficaz en nuestro entorno.
La escritura, el uso y manipulación de herramientas complejas, la comunicación no verbal, actividades de la vida diaria como el vestido, el aseo, alimentación u otras actividades instrumentales como cocinar, comunicación a través de artes plásticas, entre otras muchas, son algunas de las actividades que nos distinguen y contribuyen a definirnos como humanos respecto a otras especies. Para todas ellas el uso y desarrollo de las diferentes destrezas manuales es una pieza clave.
Hoy en día cada vez se utilizan menos las manos. Las nuevas tecnologías y el desarrollo de herramientas eléctricas, los estilos de vida, la desaparición de muchos oficios y el tipo de trabajos y ocio que desarrollamos hacen que cada vez sea menos necesario utilizar las manos. Prácticamente su uso se restringe a apretar un botón o una serie botones. Y aparentemente no importa, seguimos siendo también capaces de atarnos los cordones, abrocharnos y desabrocharnos cordones, cremalleras, manipular piezas pequeñas, tomar apuntes cuando asistimos a algún congreso o queremos dejar una nota, atornillar una estantería o crear adornos para un regalo.
Aparentemente no importa porque las teclas y botones llegaron a nuestra vida en una época en la que ya habíamos desarrollado nuestras destrezas manuales, en una época en la que ya habíamos tenido suficientes experiencias vitales sensorio-motoras como para que el esquema corporal de nuestras manos ya se hubiera desarrollado.
Pero… ¿nuestros niñ@s y adolescentes están teniendo las mismas oportunidades para hacerlo? Ell@s han nacido en la era en la que su contacto con el mundo se limita a deslizar un dedo por las pantallas, en la era en la que apenas tienen oportunidad de meter las manos en la tierra, de mancharse, de agarrarse a las ramas de un árbol o su corteza rugosa para treparlo… Una era en la que las prisas hacen que apenas tengan tiempo para vestirse, asearse… y que alguien lo haga por ell@s. Una época en el que les “protegemos” del uso de herramientas por si se hacen daño, un tiempo en el que no hay tiempo para que ayuden a cocinar, para que creen con sus manos… porque tienen que acumular conocimientos. Conocimientos que se quedan atrapados en un cerebro incapaz de expresarse a través del cuerpo y de las manos.
¿Nos sorprende que nuestra consulta esté llena de niñ@s con dificultades en la escritura, la motricidad fina, en el desarrollo de la autonomía? Es triste pero no extraño, ni sorprendente. Cuando les evaluamos comprobamos como una y otra vez, como incluso los más deportistas y ágiles con su cuerpo, apenas han desarrollado la musculatura de sus manos, como les cuesta disociar los movimientos de sus dedos y cómo si cierran los ojos les cuesta discriminar qué dedos les tocas o qué objetos tienen en sus manos.
Y cuando empiezas a trabajar con ell@s toca hacerlo por el principio. Toca proponerles actividades que generen la oportunidad de agarrarse con fuerza a un trapecio o a cuerdas de diferentes grosores, de adaptar sus manos a las piezas rugosas del rocódromo, de tocar diferentes texturas y materiales con distintas resistencias… de generar en definitiva las experiencias y oportunidades, adaptadas a cada caso, para generen ese mapa interno o esquema corporal de sus manos que hasta ese momento sencillamente no se había desarrollado.