…Sobre un descanso que nos agota y sobre un ocio que nos estresa…
El jueves tuve tarde de teatro. Recital de poesía con una puesta en escena integrada con música en directo. Y yo que esperaba disfrutar, emocionarme y conectar con algo que me encanta, salgo con la tripa encogida, el cuerpo apretado y el ceño fruncido.
Sonido demasiado alto y con efectos difíciles de integrar, como si la intensidad fuera sinónimo de emoción. Juegos de luces rápidos y cambiantes que dirigidos hacia el público una y otra vez se me antojan agresivos, generando un impacto del que sentados/as en nuestras butacas no vamos a escapar.
No sé si alguna vez habéis ido al cine y habéis estado todo el principio de la película queriendo taparos los oídos y sin saber si ibais a aguantar o tendríais que marcharos.
Llegadas a centros comerciales en los que cruzas los dedos para encontrar rápido lo que buscas porque sabes que incluso aunque se dé bien vas a salir agotada.
Descansos del trabajo y las obligaciones mirando pantallas, con información rápida, estimulante y diseñada para que tu atención no decaiga.
Gimnasios con música, televisiones y clases hiperestimulantes, con más música, luces y gritos para que no te rindas, para que des más de ti, ¡tú puedes! Con la de estudios que hay cada vez más evidentes de que estresar de esa manera al cuerpo anula muchos de los beneficios del deporte
Autobuses y pantallas. Calles y luces. Ruido, ruido, ruido… y no solo sonoro. Ruido visual, ruido informativo, ruido en nuestras agendas, en las listas de tareas, en los deberías y en los fracasos, en las reuniones de amigos e incluso en nuestra forma de ser consumidores también en plena naturaleza.
Reviso mis propias sensaciones y me doy cuenta que necesito hablar de esto.
Hablo en nombre de los niños/as, jóvenes y adultos que por sus bajos umbrales sensoriales se ven obligados a elegir entre participar socialmente y acabar enfermando de muchas maneras.
Y también lo hago en nombre de las personas que quizá no tengan la sensación de que esto les dañe o que puede que incluso lo busquen… Porque estas formas de estimulación son potencialmente dañinas para todos los sistemas nerviosos.
Altera nuestro sistema de estrés, nuestra atención, nuestra capacidad de descanso, nuestra sensación de bienestar, calma, alegría y conexión. Alteran nuestra capacidad de recuperación, nuestro sistema inmune, hormonal y nuestra salud física y mental.
En muchos casos estas formas de construir ambientes se hacen desde el más absoluto desconocimiento. Otras veces por desgracia, quienes eligen sumergirnos en estas formas de estimulación, saben muy bien lo que hacen y para qué les sirve que estemos así.
Sea como sea, necesitamos sumar nuestra voz. Tanto en un caso como en el otro, los profesionales que trabajamos diariamente con esto, tenemos mucho que seguir diciendo al respecto.