Seguimos poniéndonos en el lugar de los peques, esta vez en concretamente en el que ocupan sus manos…
¿Sueles usar guantes en invierno para protegerte del frío?
¿Has tenido alguna vez la experiencia de tener que abrocharte el abrigo, los cordones de la bota que se desataron o buscar algo en el bolso y tener que quitártelos para poder hacerlo?
Los guantes disminuyen la cantidad de información táctil que llega a tu cerebro a través de la piel de las manos y por eso te cuesta planificar con ellas movimientos que requieran precisión o discriminar los objetos que tocas.
Si te das cuenta esto ocurre incluso aunque hayas practicado mil veces esas actividades o aunque tu mente entienda a la perfección lo que tienes que hacer.
Muchos peques que tienen dificultades en la integración de las sensaciones que provienen de sus manos funcionan como si tuvieran unos guantes invisibles que no se pueden quitar. Por eso da igual cuánto les expliquemos cómo se hace algo o cuántas veces lo practiquen, sus movimientos no terminan de ser precisos, ágiles y eficaces. Necesitan una intervención que se dirija a la base, ¡mejorar el procesamiento sensorial de sus manos y de su cuerpo!
Y es que como dice el refrán… ¡Gato con guantes no caza ratones!